El ministerio Prejuvenil "Locos x Cristo" tiene el objetivo de desarrollar un liderazgo efectivo y de impacto en la vida de los prejuveniles (no son adolescentes, porque no les duele nada).

8.2.08

LA SANGRE DE CRISTO

   


La Sangre de Cristo
Por: Rodrigo J. Roca

(Romanos 9:16) “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”

(1 Corintios 3:10) “ Conforme a la gracia que me fue dada, yo, como perito arquitecto, puse el fundamento y otro edifica; pero cada uno mire cómo sobreedifica”


Algo que hemos venido hablando es sobre la gracia y la misericordia de nuestro Señor Jesucristo. Esto es algo muy importante porque permite entender acerca de lo esencial que es, para nosotros que estamos aprendiendo, acerca de lo que significa Jesucristo.
Por un lado, tenemos la misericordia de Dios que nos dice el primer verso, donde claramente nos dice que la misericordia de Dios no nos es dada porque queramos obtenerla o porque corramos para obtenerla, siendo dignos de recibirla o porque tengamos merecimientos para acceder a ella. Solamente si en nuestro corazón hay una motivación correcta, podemos acceder a la misericordia del Señor.
Por otro lado, se nos aclara el panorama cuando leemos la segunda escritura acerca de la Gracia que le da a Pablo en su carta a los Corintios; nos dice claramente que el Señor Jesucristo puso Gracia sobre su vida para comenzar a edificar su Camino, su vida espiritual, fundada sobre la piedra angular, que es en Cristo Jesús.
Cada uno de nosotros comenzamos a edificar nuestros fundamentos en base de la enseñanzas que recibimos en la iglesia, en los grupos caseros, en nuestra comunión diaria con el Señor. Es en este punto, en cuanto comenzamos a edificarnos en la fe en Cristo, que tenemos que darnos cuenta de poner los cimientos correctos para nuestras vidas, ya que si empezamos a sobreedificar con materiales que no son los adecuados, no podremos construir el Camino que quiere el Señor para nuestras vidas, con el riesgo que podamos romper la piedra de fundamento o angular (Cristo) (1Cor. 3:10b)

Lo más importante que debemos entender para fundamentar nuestra fe en nuestro Señor Jesucristo se encuentra dividido en dos puntos importantes:


Arrepentimiento y perdón

David, el rey Salmista, tuvo un corazón de acuerdo con el corazón de Dios; no obstante, el cometió pecados gravísimos: adulteró y fue autor intelectual de un homicidio (2 Samuel 11). Pese a todo estos horribles pecados, David tenía el corazón según el corazón de Dios. ¿Por qué de tal barbaridad? ¿Tal vez Dios se equivocó con David o no lo vio cuando hizo semejantes cosas? Dios estuvo muy conciente de todo lo que hizo, pero aún así lo perdonó. ¿Por qué? Sencillo: se arrepintió de todo su corazón y clamó por el perdón de Dios (Salmo 52:10-12).

Cuántos de nosotros caminamos en la actualidad como “santos”, como personas buenas ante los ojos de las personas, creyendo en esto hasta nosotros mismos; cuántos de nosotros somos como fariseos que decimos acerca de lo que deben hacer las personas para ser mejores, cuando nosotros mismos necesitamos un cambio urgente para nuestras vidas. Necesitamos tener un corazón humillado ante Dios, si es que queremos empezar a recibir el perdón de Dios, además de sus bendiciones (Salmo 52:17)

La sangre de Cristo

El segundo paso, una vez reconocemos que somos pecadores y que por nuestras fuerzas no podemos dejar de pecar, es reconocer la autoridad de Jesucristo, a través de su sangre preciosa (Efesios 1:7).

Si nos ponemos a analizar dos personajes que acompañaron a Jesús en su ministerio, Pedro y Judas, vemos claramente como tuvieron desenlaces distintos en su vida.
Por un lado, Judas tuvo el pecado de la avaricia y traición: recibió dinero para encarcelar a su Maestro (quizás muy en el fondo no sabía que lo iban a matar). Cuando se dio cuenta de su terrible error, se arrepintió, no pudo soportar su culpa y se suicidó.
Por el otro lado, Pedro negó tres veces a Jesús, estando Él cerca suyo; la tercera vez empezó a maldecir por lo que lo estaban acusando.
La pregunta sería: ¿Quién pecó más? Todo parecería indicar que Pedro. Entonces, ¿Por qué fue Pedro el que terminó dirigiendo la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo? Sencillo: porque se arrepintió de todo su corazón y porque, al morir Jesucristo, lavó de todas sus culpas su vida y a vida de cada una de las personas que creyeron en Él.

Si Judas se hubiera arrepentido y hubiera reconocido la autoridad de Jesucristo y hubiera sido limpiado con Su sangre preciosa, de seguro que hubiera sido contado como uno de los Apóstoles más utilizados en la Iglesia del Señor.

El mismo Pablo, siendo un asesino, un perseguidor de los cristianos, recibió la Gracia y el Perdón, a través del Bautismo y reconoció la autoridad de la Sangre de Cristo para ser limpiado de todos sus pecados.

Muchos de nosotros creíamos que éramos demasiado pecadores para recibir a Cristo en nuestros corazones, o creíamos que El Señor tenía cosas más importantes que hacer, antes que perdonar cada uno de nuestros graves pecados que hemos cometido a lo largo de nuestras vidas. Esto solamente es un engaño del Enemigo; Satanás quiere decirnos que siempre seremos condenados por nuestros pecados, pero el Señor nos insiste en que si nos arrepentimos, pedimos perdón y tenemos una actitud de cambio, su Sangre preciosa nos lava de cualquier pecado, por más grave que sea (Isaías 1:18)

¿Qué esperas para rendirte a los pies de Cristo y reconocerlo en todos tus caminos, en cada momento de tu vida?
¿Qué estás esperando para poder ser limpio por el Poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo?

¡DIOS TE BENDIGA!

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