LA JOYA QUE PERDIÓ EL ARABE
Se cuenta que cruzando el desierto un viajero vio a un nómada sentado al pie de una palmera. A poca distancia descansaban sus caballos, pesadamente cargados con objetos de valor.
El viajero se le acercó y le preguntó: “¿Puedo ayudarle en algo? Me parece verlo muy preocupado”. “Tiene razón”, respondió el árabe, “Estoy muy afligido porque acabo de perder la más preciosa de las joyas”.
Extrañado el viajero preguntó: “¿Y qué joya era esa?”. “Era”, dijo el nómada, “una joya como no volverá hacerse otra. Estaba tallada en un pedazo de piedra de
“Su joya debía ser preciosa”, dijo el viajero, “¿Pero no cree que con suficiente dinero se puede fabricar otra igual?”. “Imposible”, dijo el árabe, “porque la joya perdida era un día. Y un día, con sus 24 horas, y cada hora con sus 60 minutos no vuelve a recuperarse jamás”.
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